Pues ya mero llegamos al final de esta genial historia de Peppers, estamos a nada de conocer el desenlace de esta saga.
Capítulos anteriores:
Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era.
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo.
Libro 2.
La sangre de la pantera - 9ª Parte: El camino del Sur.
La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.
La sangre de la pantera - 11ª Parte: Viaje al Este.
La sangre de la pantera - 13ª Parte: La batalla de Epikas.
La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.
La sangre de la pantera - 15ª Parte: El fin de la guerra.
La sangre de la pantera - 16ª Parte: El corazón ardiente.
La sangre de la pantera - 17ª Parte: Hija del Norte.
Libro 3.
La espada del Lobo - 18ª Parte: Sholem, la tumba del bosque.
La espada del Lobo - 19ª Parte: El latir de la bestia.
La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.
La sangre de la pantera - 15ª Parte: El fin de la guerra.
La sangre de la pantera - 16ª Parte: El corazón ardiente.
La sangre de la pantera - 17ª Parte: Hija del Norte.
Libro 3.
La espada del Lobo - 18ª Parte: Sholem, la tumba del bosque.
La espada del Lobo - 19ª Parte: El latir de la bestia.
La espada del Lobo - 20ª Parte: El regreso de las Ka-Ha.
La espada del Lobo - 21ª Parte: Los portadores y el pacto.
La espada del Lobo - 22ª Parte: La llama de hielo.
La espada del Lobo - 21ª Parte: Los portadores y el pacto.
La espada del Lobo - 22ª Parte: La llama de hielo.
La espada del Lobo - 23ª Parte: El lobo y la pantera.
Tierras del Norte, llanuras de Atnes-Rä.
23º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak.
Estación del Caballo; Segundo tercio, vigesimocuarto día.
El sol comenzaba a nacer en el este bañando las copas de los arboles. La luz iluminaba la arboleda a través de los pequeños claros del bosque, y entre el laberinto de troncos seis jinetes avanzaban agotados. Las huellas de los caballos quedaban marcadas en la nieve, y esta cubría a los guerreros convirtiendo sus negros ropajes. Sirye se detuvo, miro hacia el bosque buscando algo oculto en el y desmonto de su caballo. Cuando sus pies pisaron el suelo una flecha rompió la quietud del bosque, atravesó las ramas y hojas de los arboles, rozo la mejilla de Sirye y continuo su camino entre los arboles hasta perderse. La joven palpo el corte en su rostro y observo la sangre que surgía de ella que cubría sus dedos. Los portadores desenfundaron sus armas.
-No es necesario, guardad vuestras armas. - dijo Sirye a los portadores. – Sois un gran arquero, no es fácil herir a un Dios. Vamos salid de vuestro escondite, solo sois uno, y en un enfrentamiento me temo que no saldríais con vida.
El viento comenzó a soplar con suavidad, en la oscuridad del bosque algo se movió y los guerreros dirigieron su mirada hacia el lugar. Esperaban ver al agresor asomar de entre los troncos pero en vez de ver la silueta de un hombre una sombra se abalanzó sobre ellos. Sohal desenvaino su arma y corrió hacia el espectro dividiéndolo en dos. La sombra dividida retrocedió hacia la raíz del árbol del cual nacía, extendió sus extremidades y se unió a la sombra del árbol contiguo intentado escapar. Los guerreros siguieron al espectro y se toparon con su agresor que se hallaba rodeado por los demonios del bosque que amenazantes extendían sus garras sobre el cazador.
-Ahora debéis tomar una decisión si queréis salvar la vida. -dijo Sirye.- Hay un arma que puede liberaros de esas bestias que os rodean. Pero para poder luchar contra ellas deberéis aceptar combatir a mi lado para acabar con esta capa de oscuridad que lo cubre todo, y así desterrar a los espectros de estas tierras. ¿Qué decidís?
-¡Hare lo que deseéis pero ayudadme!
Sirye saco el acero del ciervo de su cinto y lanzo el arma al chico, cuando este tomo el arma y desenfundo el resto de los portadores atacaron a las sombras haciéndolas desaparecer una a una. La Ka-Ha había mostrado su verdadera forma y había aceptado al nuevo portador.
-¿A que pueblo pertenecéis joven?- pregunto Sirye.
-Soy un hijo de los Atkora, aunque mi madre perteneció a los Shul cuando estos aun existían.
- No os confundáis joven cazador, nosotros somos Shul. La espada que tenéis en vuestras manos es la Ka-Ha del ciervo, y esta os ha escogido como su nuevo portador. Decidme pues ¿Aceptareis el destino que conlleva empuñar semejante arma y luchareis a nuestro lado?
-Me habéis salvado, estoy en deuda con vos. Luchare a vuestro lado si eso es lo que pedís.
-No os pido que saldéis una deuda conmigo, os pido que os convirtáis en uno de los guardianes de esta tierra y protejáis la vida. Os pido que dediquéis vuestra vida a luchar en contra de las bestias que ansían destruir al hombre y sumir al mundo en sombras.
-Luchare.
-¿Cuál es vuestro nombre joven Atkora?
-Soy Shim-Kä, de la familia Aknea.
-A partir de ahora seréis Shim-Kä portador del emblema del ciervo, y ellos serán tus hermanos.
Después de haber encontrado al séptimo guerrero los jinetes comenzaron su viaje hacia el sur para enfrentarse a la tenebrosa arboleda. Cabalgaron durante toda la mañana, al final el límite del bosque se hallaba ante ellos. Ya apenas nevaba y mas allá de los arboles podían ver el color azul del cielo en la distancia. Escucharon a uno hombres charlar a las afuera del bosque y los guerreros corrieron raudos a esconderse entre los arboles, Sirye que encabezaba al grupo avanzo lentamente para poder ver a los extraños. Una de las caras era familiar, Milo preocupado por el viaje al norte de Sirye había reunido a los mejores exploradores y había tomado la determinación de ir en su busca, adentrándose en el gran territorio oculto tras los montes Pertos. No podía permitir que entraran en el bosque y se convirtieran en sus victimas.
-¿Qué haces aquí?- apareció ante los ojos de Milo.
-¡Sirye! Estas aquí. Había venido en tu busca.
-¿Por qué? Dije que pasados siete días regresaría, este no es un lugar seguro, debéis regresar a Panhan.
-Pero… estaba preocupado, pensé que tal vez necesitaras ayuda.
-No necesito tu ayuda. Regresa a casa, este no es lugar para vosotros.
-¿Regresar? No, no iré a ningún lugar sin ti.
-Milo, la persona a la que tú conociste ya no esta y jamás regresara. Vuelve a tu hogar y sigue con tu vida, olvida todo lo que algún día supiste de Sirye y las tierras del norte.
Sirye abandono a los sureños y se adentro en el bosque, Milo que no comprendía lo sucedido la siguió desapareciendo entre las sombras, sin conocer los peligros que lo acechaban. Camino a través de la oscuridad pero la silueta de la chica había desaparecido y conforme avanzaba vio como la nieve empezaba a caer. Parecía que la noche había caído, las siluetas de los arboles comenzaron a rodear al joven, otra vez sus extremidades se alargaron, intentaron apresar al chico pero la presencia de un ser superior hizo que retrocedieran de su presa. La tormenta empeoro, Milo pudo ver como el viento lo rodeaba protegiéndolo de los monstruos que intentaban alcanzarlo. Vio unos ojos verdes llenos de furia y el brillo del acero que cercenaba las siluetas. Se puso frente a él con la espada en alto. Los lobos los rodearon mostrando sus afilados colmillos a los espectros, Milo agarro suavemente la empuñadura de su arma, "eso no servirá" le dijo en un susurro Sirye, y con suavidad poso su mano sobre la de él. El viento comenzó a agitar las hojas de los arboles con violencia y Sirye dirigió su mirada hacia los arboles.
-Acaso creéis que podéis vencerme. Debéis temerme y respetarme pues yo soy vuestro señor, permaneced ocultas tras las ramas y no oséis escapar de vuestra atadura frente a mí. – Exclamó Sirye al bosque.
-Ya no eres nuestro señor... en tu ausencia un mortal entrego su corazón al bosque convirtiéndose así en parte de nosotras. ¿Qué sabes tú del deseo, la ira y el odio mortal como un Dios? Tu poder sobre nosotras ha desaparecido…
Las sombras hablaron y todos los presentes las escucharon estremecidos. Como Sirye ya había intuido algo en el bosque había cambiado y solo un hombre podía saber el que, el Adab Bäb.
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