Capítulos anteriores:
Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era.
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo.
Libro 2.
La sangre de la pantera - 9ª Parte: El camino del Sur.
La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.
La sangre de la pantera - 11ª Parte: Viaje al Este.
La sangre de la pantera - 13ª Parte: La batalla de Epikas.
La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.
La sangre de la pantera - 15ª Parte: El fin de la guerra.
La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.
La sangre de la pantera - 15ª Parte: El fin de la guerra.
La sangre de la pantera - 16ª Parte: El corazón ardiente.
Tierras del Legado Nurvak, Fortaleza de Panhan.
23º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak.
Estación del Águila; Tercer tercio, vigesimonoveno día.
La vida seguía, cada estación llegaban nuevos hombres desde ciudades de todo Nurvak y con ellos el trabajo se incrementaba. Sirye quien ya no acompañaba todas las horas del día a Petro que pasaba gran parte del tiempo recluido en la biblioteca, entrenaba junto al Capitán Mertell y el Capitán Kors a los nuevos reclutas. Estos estaban bajo el mando de Milo, a quien no recibieron amablemente al principio pero que con el paso del tiempo gano un lugar entre los hombres.
La noche había llegado y los hombres descansaban en sus habitaciones después de un largo día de entrenamiento. Milo había sido llamado a la biblioteca por su padre y antes de retirarse a su dormitorio acudió a su llamada.
-El Coronel General Cornell llegara a Ertos en siete días, necesito que todo este listo para ese día. Además mañana por la mañana llegaran un puñado de hombres de Tyarad, deberéis asignarles cuartos y que estén preparados para comenzar el entrenamiento con Loel mañana por la tarde. Avisa a Loel por mí. ¿A quedado todo claro?- Pregunto sin alzar la mirada de los incontables papeles que inundaban su mesa.
-Si todo claro.- Respondió Milo.
Salió de la habitación y camino por el pasillo mal iluminado de piedra, dejo atrás la biblioteca y se topo con las escaleras que se hallaban al final. Subió por ellas a la primera planta y paso una, dos y tres puertas hasta llegar a la habitación de Sirye. Se dispuso a golpear la puerta, pero con el primer impacto se deslizo dejando una pequeña ranura abierta. Milo miro a través y justo en el momento que iba a anunciar su llegada vio como Loel retiraba la tela que siempre cubría su rostro. La curiosidad pudo con Milo que se oculto tras la gruesa puerta para poder observar. Pero cual fue su sorpresa al darse cuenta que lo que la tela escondía no era otra cosa que el rostro de una mujer. Tenía los rasgos suaves, la piel pálida de aquellos que no ven el sol y labios rosados. Era tan hermosa que el corazón del joven comenzó a latir con fuerza. Sirye soltó su cinto y retiro su chaleco de cuero y metal, la chaqueta cruzada que llevaba bajo esta se deslizo y dejo ver la camisa que insinuaba las curvas de la joven. Cuando estaba soltando las abotonaduras de su camisa Milo sin darse cuenta movió la puerta, la agarro con fuerza y se oculto tras ella esperando que Loel no se hubiera percatado. Cuando volvió a dirigir su mirada al interior de la habitación no conseguía encontrar la figura del oscuro guerrero. La puerta se abrió con violencia y choco contra la pared emitiendo un brusco sonido, lo agarro por la muñeca izquierda y cuando el joven quiso darse cuenta ya se encontraba dentro del cuarto. En su cuello brillaba una pequeña espada que rozaba su carne, su cuerpo estaba preso entre la puerta que ahora estaba cerrada y el de la chica que sujetaba su brazo izquierdo en alto contra esta mientras su rodilla derecha se clavaba en la madera entre sus piernas impidiéndole que se moviera. Lo miro fijamente a los ojos, la distancia que había entre ellos no era más grande que un palmo.
-¿Que buscas tras mi puerta?- Dijo por primera vez.- ¿Contesta rápido o tal vez no tengas una segunda oportunidad?
-Eres una mujer- Esas fueron las únicas palabras que Milo pudo decir, estaba asombrado con lo que sus ojos veían y sus oídos oían.
-¿Eso es todo lo que tienes que decir?- pregunto amenazante.
-Eres una mujer- repitió.- ¿Qué más quieres que diga? Eres una mujer.
-¿Que vas a hacer?
-¿Hacer? ¿Que esperas que haga? No lo comprendo, eres una mujer. ¿Por qué, tu… todos estos años?- Milo no conseguía encajar las palabras para contestar a Sirye.- ¿Porque te ocultas tras un antifaz?
-En estas tierras a las mujeres no se les permite luchar ni manejar una espada, por eso decidí hacerme pasar por hombre. Esa es la respuesta a tu pregunta. ¿A que has venido?
-Mi padre me envía.
-¿Por qué espiabas tras la puerta? ¿Que esperabas ver?- Sirye soltó dos de los botones de su camisa y dejo ver parte de su pecho a Milo.- ¿Acaso crees que lo que la camisa oculta es mas valioso que tu vida? Porque estas muy cerca de perderla.
-Estas equivocada. Cuando descubriste tu rostro no creía lo que mis ojos veían, solo quería asegurarme de que era lo que parecía.
-Así que querías estar seguro de que era mujer. Lo soy.- apartó el cuchillo de su cuello y bajo su mano.- No fue complicado ocultarlo, cubrí mi rostro y puse suficiente ropa sobre mi cuerpo para ocultar la señales que me delataban. Eres el primero que se da cuenta.- Sirye lo libero. Retrocedió hasta la pequeña mesa en la que se encontraba la Ka-Ha y dejo el cuchillo. Miro al joven desde la distancia.- ¿Qué vas a hacer?
-¿A que te refieres?- Milo froto el vello que crecía en su cuello, se agacho hasta toparse con el suelo y se sentó contra la puerta.- Si estas preocupada por mi padre, tranquila, no diré nada.
-¿No te importa que sea mujer? -Ato los botones que había soltado.
-En realidad me da igual, creo que has demostrado que vales más que la mayoría de los hombres de este ejercito, incluso yo. ¿Quién soy yo para juzgarte por ser mujer?- El ambiente en el cuarto se volvió relajado y Sirye se sentó en la cama sin apartar la mirada de Allen. Este sintió que aunque era la primera vez que oía su voz, no era la primera vez que charlaban.-Siempre había querido saber mas de ti, pero tu nunca soltabas prenda. ¿Quién iba a pensar que era para ocultar tu genero?-Milo rio.
-Bueno, tal vez nunca tuve nada que decir.
-Lo dudo, tus ojos muchas veces hablaban por tu boca, solo había que fijarse. Si mi padre se enterara estoy seguro de que moriría dé la impresión. Dios, pagaría por verlo. – El muchacho se echo las manos a la cabeza.- ¿Quién eres?
Después de tanto tiempo la necesidad de ocultar su identidad se había desvanecido y Sirye decidió confiarle su secreto al joven.
-El nombre que mis padres me dieron es Sirye. Nací en un pueblo en el norte y pase toda mi vida allí hasta los nueve años, entonces mi madre me llevo con ella a su tierra natal. Pase tres años junto a ella, creo ya no lo recuerdo bien y cuando la guerra estaba a punto de llegar a aquel lugar mi padre me trajo aquí. Me dejo en el bosque donde tu padre me encontró.- Sirye respiro con calma por primera vez en muchos años.
-En el norte, ¿Dónde? En Narstaz, Baresh, Nuark…
-No lo comprendes Milo, yo no pertenezco a estas tierras, mi hogar esta mas allá de los montes Pertos. Atravesando el valle de Ilias, mas allá de la gran llanura de Atnes-Rä se encuentra el pueblo de Sholem, hogar que me vio partir hace ya tanto tiempo.- Sirye se perdió en sus pensamientos, hacia tanto tiempo que no recordaba su hogar, la cara de su padre y las calles de Sholem se tornaban lejanas y borrosas.
-¿Al otro lado de los montes Pertos? Como es posible, creía que no había nada allí solo nieve y roca.
-Yo también creía que las tierras del sur estaba deshabitadas y mírame ahora. No sabes nada sobre el mundo hasta que no lo ves con tus propios ojos. Aunque no te recomiendo que viajes al norte.
-¿Por qué te marchaste? ¿Qué te trajo hasta aquí?- Milo estaba inquieto por las palabras que salían de Sirye.
-Prometí a mi padre que jamás hablaría sobre mi pasado, creo que ya he dicho suficiente.- Se levanto de la cama camino suavemente hasta la puerta e invito al joven a marcharse.
-Pero tu padre no esta aquí. No debes preocuparte, estos labios no repetirán lo que ahora se diga.- Se levanto y la cogió de la mano, la acompaño hasta la cama y se sentó junto a ella. Sirye cogió aire.
-Mi padre había salido a patrullar y yo me encontraba en el jardín trasero de mi casa, jugaba con la nieve y pasaba el rato. No recuerdo que sucedió pero cuando desperté habían sacado una flecha de mi pecho. Recuerdo el dolor y oír a mi madre llorar, al parecer había sido un Karmak, el clan con el que mi pueblo estaba en guerra. Mis padres decidieron sacarme del pueblo y llevarme lejos, pero no fue suficiente la guerra había comenzado y asolaba a todos los clanes.
-¿Cuántos años tenias cuando sucedió?
-Nueve. De eso hace ya veinte años.
Sirye desato uno de los botones de la camisa y mostro la cicatriz a Milo.
-Justo en el corazón. Es increíble que estés viva.
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