viernes, 27 de diciembre de 2013

[Original] KA-HA: Las espadas del Lobo - La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.

La guerra continua, Petro esta herido, pero es recompensado, y en un extraño acto es que este manda a Sirey para convocar a su hijo Milo.

Capítulos anteriores:

Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes. 
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era. 
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo. 
Libro 2.
La sangre de la pantera  - 9ª Parte: El camino del Sur.
La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.
La sangre de la pantera - 11ª Parte: Viaje al Este. 

La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.



Tierras del Legado Nurvak, ciudad de Brumesa. 
21º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak. 
Estación del Toro; Primer tercio, noveno día. 


La guerra con Epikas no había llegado a su fin, pero para Petro si. La herida en su pierna había empeorado y lo enviaron a Brumesa para que un medico lo atendiera. Sirye lo acompaño y cuido de el mientras estuvo en la clínica. Podría haber perdido la pierna, si la chica no hubiera notado la cojera, Petro podía haber muerto de aquella herida. Estúpido cascarrabias, fue lo que pensó Sirye, ¿porque negarse a decir que estaba herido? Había luchado con honor y demostrado valor, merecía descansar. No, lo necesitaba. Habían perdido a Ekesti, fue un duro golpe para todos, pero Petro había guiado a las tropas sabiamente, ganando territorio al enemigo. Una batalla decisiva, gracias a los movimientos de Petro habían allanado el camino para que la 2ª División del este pudiera avanzar y dar un duro golpe al enemigo. Todo lo que se lograra a partir de ahí era gracias a Petro. 

Fuera de la habitación, en el pasillo se escuchaban los pasos de los médicos que correteaban de un lado del edificio al otro. Sirye pasaba noche y día junto a su comandante sin abandonar su guardia. 

-Dime chico ¿ya han curado tu herida?- Sirye se toco la herida por encima de la tela y asintió. - Me alegro. No quisiera que nada te pasara. No tienes por qué estar aquí todo el tiempo, sal, disfruta de la ciudad, en cuando mejore tendremos que volver.- Ella negó.- Bien, como quieras, haz lo que te plazca. 

Petro parecía deprimido, la perdida de su amigo lo había dejado sin fuerzas. Tantos años luchando juntos, porque tuvo que ser el, eran palabras que se repetían en la mente del comandante. Los días pasaron y Petro no parecía mejorar, aunque su pierna se recuperaba el dolor que sentía al ponerse en pie era insoportable y al momento regresaba al catre. Un buen día un caballero con elegantes ropajes llamo a la puerta de Petro. 

-Disculpe, busco al comandante Petro Allen.- Era un hombre distinguido, observo a los dos guerreros esperando una respuesta. 

-Pues ha tenido suerte. ¿Que queréis de mi?- Se incorporo en la cama. 

-Traigo un mensaje del Capitán General Braman para vos comandante. 

-¿Del… Capitán General? ¿Estáis seguro de que es a mi a quien buscáis?- Petro se quedo atónito. 

-Si vos sois Petro Allen si, es para vos. – Le entrego la carta, Allen la miro minuciosamente y pudo ver el sello de la pantera. 

-Espero que mejoréis pronto Comandante.-Inclino la cabeza y abandono la estancia. 

-Gracias. 

Los dos intrigados con el mensaje, observaron la carta juntando valor para abrirla. Al fin Petro se decidido. 


Petro se quedo en silencio, doblo la carta y la puso en su regazo bajo sus manos. Cerró los ojos e inspiro profundamente. 

-Como son las cosas… Vardana muere, a mi me hieren en la pierna y me elevan a Coronel. El destino es una perra que se ríe de mí por las ironías de la vida, ¿no crees muchacho? Creí que jamás vería un día más, que la muerte era lo único que me esperaba al final del día. Heme aquí vivo un día mas y para ser coronel, si el destino así lo ha decidido tu serás mi comandante Loel.- Miro a los ojos a la joven que durante sus días de cama jamás se había separado de él. Pero ella negó rápidamente.- ¿Por qué no? 

Ella ansiaba contarle, que supiera de donde venia quien era y que la llamara por su nombre. Pero le había prometido a su padre que jamás desvelaría aquel secreto. Volvió a negar con fuerza, se levanto y abandono la habitación. Sirye salió al exterior, era el mediodía y la ciudad estaba llena de vida, la gente caminaba inmersa en sus quehaceres mientras la joven dudaba que debía hacer. No quería un puesto en la jerarquía de aquel legado, aquel no era su hogar. Siempre había fantaseado con poder regresar algún día, pero ese pensamiento cada vez se alejaba más de ella. Seguiría a Petro hasta el fin de los días pero no comandaría a los ejércitos de aquel lugar, tomo esa determinación. Paseo por las calles y una vez que el sol se oculto en el horizonte regreso junto a Petro. Este la observó con el rostro triste. 

-No pasa nada Loel, yo tampoco quiero ser Coronel. Además se necesita algo de dialogo para poder guiar a las tropas.- Allen intento relajar el ambiente en la sala.- Seguirás a mis servicios como hasta ahora, creo que será lo mejor. Ya he decidido quien ocupara el puesto, solo necesito que me hagas un ultimo favor. ¿Entregaras esta carta por mí? 


Tierras del Legado Nurvak, ciudad de Brumesa. 
21º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak. 
Estación del Toro; Primer tercio, decimo día. 


Milo Allen, era la persona a la que iba dirigida la carta de Petro. Sirye poco había oído hablar al Comandante de su hijo y solo una vez lo había visto. La dirección que llevaba la carta era la del cuartel del oeste de la ciudad. ¿Qué aspecto tendría? ¿Tendría el carácter de su padre, o tal vez fuera mas cortes? El día en que su hijo se había convertido en hombre el padre lo llamo a filas pero Milo renegaba de la guerra, aquel padre al que apenas conocía y que cuando más lo necesito lo entrego a las hermanas de su madre. Sirye imagino como se tomaría Milo la carta de su padre, pues estaban en la misma ciudad y ni una sola vez se habían visto. Así que apretó el paso y se dirigió al cuartel. 

Llego a la puerta principal donde dos hombres uniformados le dieron el alto. Les mostro la carta con el nombre del Coronel en el membrete y estos le permitieron el paso. Se acercó al patio lugar en el que los soldados entrenaban y busco al hombre al cargo, se acercó y le mostro la carta. 

-¡Allen, Milo!- grito.- Acércate aquí, hay una carta para ti.- El joven salió de entre los soldados y se acercó. 

Milo había crecido mucho. Dejo atrás la niñez y se había convertido en un hombre. De cabello oscuro cada día se parecía más a su padre. 

-¿Para mi? Que extraño. 

-Si tienes algo que discutir hazlo con el.- Señalo a Sirye y los dejo solos. 

-Buenos días caballero, que deseáis de mi.- Le entrego la carta y señalo el nombre del remitente, su padre, Petro Allen.- ¿Estáis seguro que va dirigida a mi? En estos dos años de servicio jamás me ha escrito una carta, y la última vez que lo vi creo que recién había cumplido los diecisiete. 

Leyó atentamente la carta sin apartar la vista ni un instante del papel, parecía que poco a poco la furia se apoderaba de Milo. Cuando la había leído por completo al menos dos veces la guardo en el sobre y la regreso de vuelta al mensajero. 

-No me interesa.- miro a Sirye que solo dejaba ver sus ojos entre todo su ropaje negro y no obtuvo respuesta alguna.- ¿No tenéis nada que decir?- La joven le devolvió la carta a Milo. 

-Yo te recuerdo. De cuando era pequeño, recuerdo que viniste con mi padre a nuestra casa en Martod cuando yo tenía catorce años. Mi madre estaba enferma y mi padre decidía que hacer con nosotros. Tu estabas junto a él en silencio, como su sombra. Recuerdo que pasaste el día sentado contra el muro trasero de nuestra casa, observando el bosque y la ciudad, pasabas las horas que mi padre no necesitaba de tu ayuda allá en silencio. Recuerdo que mientras mi padre discutía con mi madre que seria de mí una vez ella muriese te acompañaba junto al muro, eras el único que no intentabas consolarme con palabras vacías, simplemente estabas allí, a mi lado. Supongo que eres el hijo que siempre quiso, no como yo. 

Sirye sujeto la mano de Milo que cargaba la carta y la apretó contra el corazón del joven. Sirye sin palabras quería que el chico comprendiera que esta vez su padre lo necesitaba junto a él, podría ser el momento de comenzar una nueva vida a su lado y dejar el dolor del pasado atrás. Pero Milo rechazo la carta y se la entrego a la muchacha. Lo miro fijamente a los ojos, guardo la carta en su cinto y se dio la media vuelta. Pero justo cuando la joven iba a marcharse Milo hablo una vez más. 

-He oído que fue herido en la pierna en la batalla de Dari, espero que se recupere. 

Se acercó a el una vez mas y le devolvió la carta

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