viernes, 15 de noviembre de 2013

[Original] KA-HA: Las espadas del Lobo - La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo.

Paso un tiempo desde que publique algo de este relato original de Peppers, en un sentido, primero fue por que me hice bolas con algunas cosas, y por el otro, estuve meditando justo el darle a CLA su propio espacio, en lugar de estar subordinado a mi primer blog. En fin esta es la continuación del capitulo anterior, y que también es el capitulo final del primer libro, como retomare la publicación de manera semanal, entonces para la próxima semana empezara el segundo libro de este relato, por ahora veamos que mas aventuras le deparan a Sirye.

Capítulos anteriores.

La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes. 
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era. 
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.

La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo. 



18º ADAB-BÄB, CLAN BURTHAM
Cima Barpek, afueras de Eldos-Beräm. Ciclo 429 de Bërt-Ehm.
Segunda estación, Shot-Sa; Segundo tercio, decimoséptimo día.


Sheros agotado avanzaba, el abrasador sol quemaba su fría piel, el derrotado hombre cayo del caballo sobre la dura roca, en ese momento la pequeña comenzó a gritar pidiendo socorro, por suerte no se encontraban lejos de Eldos-Beräm y los habitantes de la aldea la oyeron. Vio a las mujeres que vestían largas túnicas de color naranja, vivo color, vibrante como el sol de la estación de Shot-Kal. Montaron al Shul en una pequeña carreta tirado por extraños animales de pelaje gris claro, tono de la roca de las montañas de Jäl-Elk. Sin darse cuenta atravesaron los muros que rodeaban la gran ciudad de Eldos-Beräm, Sirye se vio rodeada por cientos de túnicas naranjas y miradas confusas.

-¿De donde provenís viajeros?- pregunto una anciana a la niña.

-Venimos de la ciudad de Ithos, del valle de Ilias. Debéis ayudar a mi padre, os lo ruego. Hemos echo un largo viaje para llegar hasta aquí y no ha comido, ni bebido agua ni descansado en toda la travesía.

-Tranquila jovencita, lo llevamos al templo de Bërt-Ehm, allí podrá descansar y os darán lo que necesitéis para retomar fuerzas. Extrañas ropas lleváis, creía que el color que representaba a los Ilmar era el blanco.

-No pertenecemos al clan Ilmar... bueno, mi madre si.

-¿Y entonces a que clan perteneces tu jovencita?- volvió a preguntar la anciana.

-Al clan Shul, al igual que mi padre.-respondió ella.

-Vaya, tu padre debe ser alguien importante en tu clan, ya que puedo observar que porta una de las Ka-Ha. Es un portador ¿no es así niña?- el tono de la mujer era tranquilo y amigable, pero Sirye sabia que no podía decir quien era pues descubrirían que ella continuaba viva.

-Si, pertenecemos a la casa Bertos. Hemos venido en un viaje para ver al Adab Bäb, nuestro líder el Shul-Ha nos envía.

-Entonces habrá que avisarle para que os atienda cuanto antes, si un portador ha abandonado el umbral será por algo realmente importante. Iré a pedir audiencia para que os reciba. Cuidad de vuestro padre para que se mejore cuanto antes.

La mujer se adentro en el templo y tomo una larga escalinata que parecía no tener fin. Los llevaron a una de las salas bajas y allí pudo contemplar la majestuosidad del gran lago Beräm. Protegido por el templo, las paredes estaban abiertas por unos grandiosos arcos que permitían que al agua fluyera y que la luz del sol entrara en la gigantesca bóveda. Cientos de Bäb-Kei se concentraban en aquel lugar y rezaban al Dios. Lanzaban pétalos de flores a las aguas del Beräm, alzaban sus brazos al cielo y oraban pidiendo la protección del Clan. Algunos de ellos abandonaron sus oraciones y se acercaron, traían agua y frutas. Uno de ellos puso uno de sus pétalos sobre el pecho de Sheros y comenzó a rezar. Descansaron y el guerrero finalmente volvió en si, Sirye le conto lo ocurrido, lo que le había contado a la anciana y que esa misma mujer había ido a pedir audiencia al Adab Bäb.

La anciana regreso, le comunico que si se sentía con fuerzas su líder les atendería en ese mismo momento, Sheros asintió y la acompañaron en la larga escalinata.

-¿Así que Bertam de la casa Bertos?- dijo el hombre que oraba en el centro de la sala.

Cubierto con la misma túnica naranja que el resto de los habitantes, este hombre llevaba tres ataduras en su cabello, pero a diferencia de los demás, todas sus ataduras eran del color de la túnica. Descansaba sobre una superficie acolchada y de color azul, como las aguas del Beräm. Las paredes decoradas con bellas pinturas narraban la leyenda de Bërt-Ehm y del primer Adab Bäb, sobre como vio alzar la cabeza al dios desde el interior de la cima Barpek, abrir su gran boca y hacer fluir las aguas que dieron vida a las tierras del norte. El hombre abrió los ojos y observo atentamente a los extranjeros.

-Tú no perteneces a la familia Bertos. Jamás estos ojos los han visto pero tu acero se torna oscuro, y al observaros solo el espíritu del bosque veo.- Dijo el hombre.

-Tenéis razón, yo...

-No me dirijo a vos valiente guerrero, puedo ver en vuestro espíritu el pacto con la bestia. También a Sirkey vuestro antepasado y quien sois, Sheros, Shuls-ha líder de los Shul.- Cerro los ojos nuevamente el Adab Bäb.- Marcharos, dejadnos solos.

Los Bäb-Kei dejaron el cuarto, el líder abandonó su posición y abrió nuevamente los ojos.

-A vos me dirijo pequeña niña.- Su mirada se clavo en Sirye.- Sabia que no habíais muerto, pero algo ha cambiado última heredera, no es el mismo corazón el que en vuestro pecho late. Tranquila, no temáis, nada mas allá de este lugar se sabrá. Aun no comprendéis el papel que jugareis en la gran guerra...

-¿Guerra? ¿De que guerra habláis? ¿Mi corazón...?- Sheros sujeto a su hija, su cuerpo controlado por el miedo se abalanzo sobre el devoto.

-No lo se pequeña. Yo no conozco el tiempo que se avecina, pero puedo ver lo que acontecerá en la vida de los mortales. Tú aun no sabes la carga que acarreas, los tormentos que deberás superar, aquellos a los que tendrás que proteger y el pacto que deberás cumplir. Pero todo en su debido momento te será revelado y no antes, porque así será y no de otra manera.- El hombre agotado, adopto una postura relajada, fijo su mirada en el suelo y volvió a cerrar los ojos.- Difícil destino, pero por el fin de la maldición del gran bosque siete espadas a ti se unirán. También las bestias, incluso la tormenta de Shot-Em enfrentara la gran batalla y destruiréis la sombra que el norte cubrirá. Pero no ahora, los días en que esos verdes ojos a las sombras combatan lejanos están.

El Adab Bäb guardo silencio y la sala entera enmudeció, solo el sonido de del viento se podía oír. Sirye seguía entre los brazos de su padre, no comprendía lo que el hombre había visto en su futuro. Sheros vio el horror, por un momento comprendió el futuro que había otorgado a su pequeña al pactar con el Dios. Al salvar su vida solo le había concedido calamidades, no había vuelta atrás.

El santo contemplo las cristalinas lágrimas que escapaban de los temblorosos ojos del Shul.

-No podéis quedaros aquí. Sé que la guerra corre tras vosotros y gustoso os acogería si no portarais tan oscuro desenlace. Pero no puedo sacrificar la vida que aquí salvaguardamos, Bërt-Ehm debe ser protegido sobre todas las cosas. Ahora, debéis marcharos.

-Lo comprendo.

-Lo lamento guerrero. Pero así debe ser.

Abandonaron al Adab Bäb. El Shul se vio desconsolado, sin lugar en el que ocultar a su única descendencia. Cabizbajos caminaban por el colorido pasillo que guiaba hasta la escalinata. Una mano se poso sobre el hombro de Sheros.

-Escuchadme guerrero.-El Shul se detuvo mientras que su hija continuo el camino.- Esa espada… jamás debéis entregársela. Sé que no conoce su procedencia ni su secreto, así debe ser. El latir de su corazón una vez sea liberado solo le traerá dolor a ella y a todos los que la amen. No olvidéis mis palabras portador.

Sheros continuo su camino, todo estaba dicho, no había escapatoria. Debía sacar a Sirye de las tierras del norte pues el Adab Bäb solo había visto muerte y dolor en el futuro de la niña. Sombrío se acercó a su hija que preocupada le pregunto.

-Padre ¿Que a querido decir con "no es el mismo corazón el que en tu pecho late"? Algo sucedió aquel día, el día que os adentrasteis en Sheika, pero... no consigo recordarlo. ¿Que es padre? ¡Por favor decídmelo!

-No sucede nada Sirye, nada... debemos marcharnos. Debo sacarte de aquí. Hay un lugar en el que Kurna jamás te buscara, pero yo no podre ir contigo.

Se marcharon. Sheros que no podía permitir que le arrebataran a su hija por segunda vez tomo la elección más difícil, monto en su caballo junto con su hija y se dirigió hacia el sur. Bajo la gran montaña de Jäl-Elk, recorrió el valle y continúo su camino junto al Bëram-At. Cruzaron la cordillera de Surem golpeados por los fríos vientos, atravesaron los espesos bosques, donde los animales huían al verlos y el silencio lo llenaba todo. La noche había llegado inundando todo con oscuridad, cuando la arboleda parecía llegar a su fin, tierras que ningún Shul jamás había pisado, Sheros se asombro ante lo que sus ojos vieron. Cientos de pequeñas casas de tela oscura, parecía un campamento. Una rama crujió y Sheros se oculto entre los anchos troncos, a lo lejos vio a un hombre sobre un caballo, ¿un guerrero? pensó, y con gran dolor desmonto. Cubrió a su hija con la capa del Shuls-Ha, la que fue de su padre, con una hombrera de duro acero que protegía su hombro y pecho izquierdos tenia una cinta de cuero que salía de la parte trasera recorriendo toda su espalda hasta colarse por su axila derecha y unirse con la hombrera. Esta cinta iba unida por la parte superior a un ancho trozo de pelaje gris oscuro que protegía su cuello del frio, nacía desde la hombrera de acero hasta su brazo derecho y un trozo de cada lado colgaba. De la gran cinta de piel caía una larga y tosca capa de color negro que llegaba hasta el suelo. La miro a los ojos y saco su Ka-Ha azul del cinto.

-Te doy esto para que te protejas del frio y de las amenazas. Nunca le hables a nadie de la tierra de la que vienes, ni de tu clan. Aquí jamás te encontraran. Ocúltate entre las gentes del sur, vive una buena vida y jamás regreses. No uses tu nombre o podría llegar a oídos de los Karmak. Te doy lo que algún día seria tuyo por derecho, y con gran pena te digo adiós para siempre.

-¿Y que pasa con Sheika y con la promesa al espíritu?

-Esa ya no será tu carga, nosotros acarrearemos con ella. Y recuérdalo, jamás vuelvas. Jamás. Te quiero hija, no lo olvides.

Sheros monto su caballo y fue.

El hombre que cabalgaba en guardia escucho el llanto de la pequeña y se acercó desconcertado a ver que sucedía. No creía lo que veía, que hacia un niño en aquel oscuro bosque en mitad de la noche, solo y asustado.

-¿Dime quien eres y que haces aquí? ¿Donde están tus padres?

La pequeña no contesto.

-¿No quieres contestar? Entonces no podre buscar a tus padres y te quedaras aquí solo.

Sirye, apretó con fuerza la Ka-Ha de su padre y miro al hombre.

-¿Que tienes ahí pequeño? ¿Es una espada?-El hombre observo la espada que tenia entre las manos con interés, pues jamás había visto un arma tal.- ¿Sabes usarla?

Ella asintió.

-Dime ¿tienes padre, madre o familia?

Ella negó.

-Esta bien.- suspiro, se froto los ojos agotados por el cansancio.- Te llevare conmigo y veremos si sabes usar eso que tienes entre las manos.

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