!Viernes de KA-HA!, continuamos con esta increíble historia de la mano de Peppers, en lo que es su segundo libro. Después de que Sirey fue adoptada por Petro es que se hizo una reconocida guerrera, ocultando su genero, y evitando hablar. Ahora Sirey conocerá al hijo de Petro, cuya relación no esta en los mejores términos. Aunque esto ultimo sera en el siguiente capitulo.
Capítulos anteriores:
Capítulos anteriores:
Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era.
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo.
Libro 2.
La sangre de la pantera - 9ª Parte: El camino del Sur.
La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.
La sangre de la pantera - 11ª Parte: Viaje al Este.
Tierras del Legado Nurvak, campamento de la 2ª división del oeste.
15º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak.
Estación del Caballo; Primer tercio, vigesimosegundo día.
La niña creció y dejo atrás su infancia para convertirse en una mujer. La joven comenzaba a darse cuenta que su cuerpo y rostro empezaban a delatarla, Petro tarde o temprano se daría cuenta de que era una mujer. En aquellas tierras las mujeres no luchaban, criaban a los niños y hacían otros trabajos, pero ella se negaba a dejar la espada. Así que tomo una determinación. Pidió algo de cuero, lo ajusto a su pecho y apretó para que este no se notara, corto la pieza en dos y la unió por los lados con pequeñas pero largas tiras de cuero. Entrelazadas, le permitían apretar para que su pecho quedara lo mas plano posible. Sobre este artilugio, llevaba una camisa de color negro abotonada hasta el cuello que lo cubría por completo y la protegía del frio, las mangas llegaban hasta las muñecas y se ajustaban a ellas. Sobre esta ponía una chaqueta que cruzaba para cerrar y unas mangas poco más cortas que la camisa y algo mas anchas. Pidió al herrero que hiciera una pieza especia para ella, una prenda de cuero, sin mangas que se unía por los lados, cogió la idea del artilugio que había creado para disimular su feminidad. Pero este protegía sus hombros y pidió al herrero que le pusiera una plancha de metal negro sobre el pecho, otra sobre el estomago y otra mas grande para la espalda. Para proteger los costados le pido que hiciera unas piezas más pequeñas y las unió a las planchas delantera y trasera con más tiras de cuero. Llevaba un pantalón ancho, se ajustaba en la cintura y se ancha en los muslos y rodillas. También coloco placas de metal en sus botas, que la protegían hasta las rodillas. Llevaba un cinto grueso atado al frente con decoraciones en metal y en este su Ka-Ha. Todas sus ropas eran negras y sobre ellas, la capa de su padre. Su cabello el cual había ido cortando llegaba hasta los hombros, recordó la manera en la que los Burtham ataban sus melenas y la imito. Trenzo el cabello que crecía delante de sus orejas con tiras de cuero y agarro el resto a la nuca. Debía ocultar su rostro, pues no era el de un varón, la barba no crecía sobre su suave piel, así que cogió una larga tela negra y con ella envolvió su cabeza dejando solo sus verdes ojos a la vista. Consiguió disimular su género para poder luchar, ese era el camino que había escogido.
Los días en el campamento eran largos, Sirye decidió probar su nuevas ropas y llamo a Petro para que luchara con ella.
-¿Pero que llevas puesto muchacho? ¿Y ese velo? ¿Porque ocultas tus rostro, por el frio?-Ella asintió.- Ya veo… así que en vez de ponerte un traje de hierro has decidido poner el hierro en tu ropa.
La joven desenvaino la espada y miro desafiante al hombre. Este acepto el reto y se dispusieron a luchar. Sirye comprobó que sus ropas eran cómodas para la batalla, no le impedía moverse con fluidez, tendría que acostumbrarse pero era mejor que las armaduras de los soldados. Y en un solo movimiento coloco su acero frente al corazón de Petro.
-Cada día eres mejor, de eso no hay duda.- envaino el arma y se acercó a ella- Loel, he de viajar a Martod, ¿sabes donde esta?-La cara de Allen cambio, ella negó con la cabeza, jamás había salido del campamento. Parecía otro hombre, mas amable, mas cercano.- Es mi hogar, yo nací allí. Mi esposa y mi hijo viven en esa aldea, ella ha enfermado no se si será grabe, pero debo acudir. Me gustaría que me acompañaras, es un largo viaje y me vendría bien algo de compañía. Además quiero aprovechar el viaje para resolver otros asuntos. Bien ¿Qué me dices?
Sirye acepto acompañar al guerrero, ansiaba conocer mas de aquellas tierras, ver una ciudad y conocer a los habitantes de ella. Prepararon algo de ropa, descansaron y al día siguiente comenzaron el viaje. La travesía que era larga los llevaría hasta el otro extremo del territorio, Martod era una de las últimas aldeas del Nurvak en el este, situada a orillas del bosque del norte, se encontraba a escasa distancia de la frontera con Epikas, zona que continuaba en guerra.
Cabalgaron por la orilla del bosque, se toparon con mercaderes, viajeros y grandes grupos de reclutas. Algunos viajaban a Panhan, que estaba cerca del campamento, otros iban a Narstaz, la ciudad que mas al oeste se situaba. Otros viajaban en nuestra dirección, hacia Ertos, Petro decidió que pasarían la noche en aquella ciudad. Después de un largo día de viaje descansarían en la ciudad de Ertos, antigua capital de Nurvak que se encontraba en la orilla oeste del rio Pakra y limitaba con el bosque por el norte. Petro aseguró que era la ciudad más bella de todo el legado y posiblemente de toda la tierra. Cuando el sol comenzaba a ocultarse Sirye vio la silueta de una ciudad en la distancia, con el sol en el ocaso lo rayos de luz que atravesaban la oscuridad chocaba contra los edificios y estos parecían brillar. Vio torres altas y pequeñas casas, el murmullo de cientos de voces, gente por todas partes. Había música en las calles, artistas que entretenían a los niños con sus historias, tabernas repletas de hombres y mujeres bailando y cantando. Cuando la noche llego, una a una se encendieron pequeñas y parpadeantes llamas. Miles de pequeñas luces iluminaros las calles de la ciudad, colgaban de las ventanas de las casas, decoraban las fachadas de los edificios. El fuego llenaba de vida las calles. Se dirigieron a una posada y Petro reservo dos habitaciones para una noche. Solo hizo una pregunta.
-¿Seguís teniendo la tina para el baño?
-Si, esta el la planta baja, al final del pasillo.
-¡Eso si que es una buena noticia señor!-miro a la joven- Tomar un baño será un lujo, ¿no crees muchacho?
La chica asintió y recogió la llave de su dormitorio. Subió la estrechas escaleras de madera que crujían bajo sus pies y recordó su niñez y como rugía la nieve del patio de su casa. Siguió al comandante hasta que llego a la puerta de su cuarto, introdujo la llave abrió la puerta y entro.
Descansaron y disfrutaron de los pequeños lujos que ofrecía aquella bella ciudad. La mañana llego y con ella los guerreros abandonaron Ertos. Continuaron su camino cruzando el rio Pakra sin alejarse de la orilla del gran bosque del norte. El bosque perdía sus hojas que se amontonaban en el camino, la estación del caballo dejaba atrás los largos y soleados días del Águila al igual que los viajeros dejaban atrás pequeños pueblos, cruzaron la ciudad de Baresh y finalmente después de un largo viaje lograron divisar Martod.
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