viernes, 29 de noviembre de 2013

[Original] KA-HA: Las espadas del Lobo - La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.

Pues seguimos con el viaje de de Sirey en las tierras del norte, donde de alguna forma pareciera que fue adoptada por un robusto hombre llamado Petro.

Capítulos anteriores:

Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes. 
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era. 
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo. 
Libro 2.
La sangre de la pantera  - 9ª Parte: El camino del Sur.

La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera. 




Tierras del Legado Nurvak, campamento de la 2ª división del oeste. 
8º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak. 
Estación del Toro; Segundo tercio, decimoctavo día. 


A la mañana siguiente Allen despertó a la niña que había dormido oculta en una de las esquinas de la tienda. La invito a que lo acompañara a conocer el campamento y los hombres que luchaban tras la insignia de la pantera. 

-Debes conocer al resto de los hombres pues a partir de ahora serán tus hermanos. Yo soy Comandante, a las órdenes del Coronel de la 2ª División del oeste Ekesti, nuestra misión es vigilar la frontera noroeste. El Coronel de la 1ª División del oeste, Manase, vigila la frontera oeste en la orilla norte del rio Tnea. Al otro lado del rio Pakra, el Coronel General Cysk se encarga del territorio noreste del legado Nurvak y también tiene dos divisiones a sus órdenes. Aquí entrenamos a nuestros hombres, les enseñamos a luchar con la espada, a disparar con el arco y el arte de la lucha cuerpo a cuerpo. Veras, mi trabajo es entrenar a estos hombres para que cuando sea necesario entren en batalla. Estos han sido años tranquilos, pero nunca sabes cuando el enemigo atacara. El legado de Orestes perdió la ultima batalla en nuestra contra y así pudimos volver a controla la orilla norte del rio Tnea, arrinconándolos a un estrecho trozo de tierra en la frontera con el legado del sur, Serna. Ahora son ellos los que están en guerra, Serna quiere controlar todo el territorio del oeste hasta la orilla del rio Tnea, ese día nos veremos las caras con ellos. Pero la batalla sigue en el este, el legado de Epikas avanza poco a poco, así que nuestra labor es enviarles hombres listos para luchar. Aunque he de decir que el Coronel de la 2ª División del este, Polton, lo tiene todo bajo control. 

La joven miro a Allen con incomprensión, jamás había oído hablar de los legados ni de las guerras que acontecían en el sur. Comandantes, coroneles, eran conceptos que la niña no comprendía. ¿No eran suficientes las tierras que poseían los hombres que siempre ansiaban tener más? Todo aquello le recordaba a los Karmak. 

-Ya veo que esto no es algo de tu interés, pero debes saber niño pues este ahora será tu hogar. Tienes que conocer el lugar en que vives ¿conoces algo de la historia de Amiran?- la niña negó.- ya me imaginaba. Bien te llevare ante nuestro Coronel ¿lo debido es presentarse no? 

Miro a los ojos a la pequeña con ternura y señalo la tienda a la que se dirigían. Era con diferencia la más grande de las casas de tela, había un hombre con una brillante armadura de metal negruzco apostado en la entrada de esta y portaba una lanza. Cuando se acercaron pudo ver la pantera que decoraba la pechera del hombre. 

-Comandante.- Dijo el hombre. 

-Venimos a ver al Coronel.- Contesto Petro. 

El hombre se apartó y los dos entraron en la caseta. Lo primero que la niña vio fue un gran escritorio en el centro, un hombre de mediana edad se encontraba inclinado sobre el mirando fijamente un gran mapa. El hombre no se había percatado de la presencia de los intrusos y seguía ensimismado, Allen le hizo una señal a la niña para que se quedara donde estaba y él se acercó silenciosos al Coronel. 

-Buenos días Coronel.- Llamo su atención. 

-Oh, oh… buenos días Petro. Ya sabes que no son necesarias tantas formalidades viejo amigo.- aparto la mirada de los mapas y se acercó a Allen.- Dime ¿a que se debe una visita tan temprano? 

-Traigo a alguien a quien quiero que conozcas. - giro la cabeza y con un rápido aspaviento de su mano izquierda indico a la muchacha que se acercara.-Vamos ven aquí, no seas tímido. 

La niña se acercó al guerrero, este la rodeo con su brazo. Ella tenía su mirada fija en el suelo y entre las manos la 
espada de su padre. 

-Este es Loel, lo encontré en el bosque del norte agazapado entre los arboles. Al parecer no tiene familia, así que he decido acogerlo como mi ayudante. 

-Es un placer conocerte Loel. ¿Así que has decidido unirte a las filas del legado Nurvak? Eso esta muy bien. Estoy seguro de que Petro cuidara bien de ti. Y dime ¿Cuántos años tienes?- El Coronel se arrodillo y con suavidad puso su mano el la barbilla de la niña, alzo su rostro par poder ver sus ojos y espero una respuesta. 

-No contestara.- dijo Allen.- No comprendo si no quiere, no puede o no habla nuestra lengua. Lo que si esta claro es que la entiende, pero no dice nada. 

-Vaya, eso será un alivio para ti, nunca te gustaron los hombres dados a conversar. Parece que estáis hechos el uno para el otro.- Vardana se alzó del suelo y libero una carcajada desde lo mas hondo de su estomago. La niña volvió la vista al suelo una vez más. El hombre regreso a la gran mesa. - Tendrá pocos años más que Milo ¿no es así? 

-Si, él es algo mas pequeño, cumplirá 7 años dentro de poco.- el tono de Petro cambio, se volvió mas serio. 

-¿Lo visitaras? Puedes tomarte unos días libres para viajar a Martod si así lo deseas. 

-No, tenemos reclutas nuevos y ahora debo encargarme de Loel, he pensado que por ahora se puede quedar en mi tienda, no quiero meterlo con el resto de reclutas. Yo mismo lo entrenare, deberías ver como maneja la espada para ser un crio.- Cambio de tema rápidamente, Petro era un hombre al que no le agradaba hablar de temas personales. 

-¿Eso es una espada, lo que tiene entre las manos? pensaba que era algún tipo de bastón. 

-Si ¿Extraña verdad? Bueno nos marchamos, te informare de los progresos. 

-Esta bien. 

Dejaron la tienda y continuaron por el camino de tierra. Todo el lugar estaba repleto hombres que entrenaban todas las horas que el sol permanecía a la vista. En un lado estaban los hombres que practicaban con espadas, unos más diestros y otros menos. En otro lugar los arqueros que incansables tensaban una y otra vez sus arcos. Y al final del campamento estaban los guerreros que usaban su cuerpo como arma. Sirye quedo sorprendida al ver en gran ejercito que aquel territorio poseía, pues ella solo veía una pequeña parte de él, pero este ya era mas grande que todo su clan. Todos aquellos hombres luchaban por defender su hogar, aquello era a lo que llamaban guerra, por 
primera vez la niña lo comprendió. 

-Te conseguiré un saco, dormirás en el lado izquierdo de la tienda. También intentare encontrar algo mas de ropa, para que tengas mas de una muda, aunque no se si tendremos nada que te sirva. Buscare una tela para poder separar las dos estancias y así tener algo mas de intimidad, alégrate, los soldados comparten sus tiendas. No toques nada de lo que hay sobre la mesa, ¿entendido?- dijo amenazante el guerrero.- Esta bien espera aquí, ahora 
regreso. 

Aquí empezaba su nueva vida, tanto por descubrir y por conocer. Decidió que se convertiría en una gran guerrera al igual que lo haría en su clan y defendería aquella tierra de los invasores hasta el día de su muerte. Su vida como Shul había quedado atrás y jamás regresaría, no volvería a ver la dulce sonrisa de su madre, ni practicaría la lucha con espada junto a su padre, aquellos días nunca volverían. Lo afronto y decidió olvidar que un día fue Sirye, hija de Sheros. Apretó con fuerza los ojos para intentar arrancar de su memoria todo aquello y en aquel momento una lágrima recorrió su pálida piel, se deslizo por la mejilla, rozo con suavidad la comisura de sus labios y cayo. Antes de que se diera cuenta Petro había regresado, le entrego el saco y le indico donde debía colocarlo. Sirye se metió en el junto con su espada, la estrecho con fuerza contra su pecho y rompió a llorar. 

La niña comenzaba los días con el alba, entrenaba duro y practicaba los movimientos que de su padre aprendió todos los días. Luchaba contra Petro y este le enseñaba nuevos movimientos que la joven transformaba y unía a su rutina. El asombro del comandante crecía día a día con en avance de Sirye, su aprendizaje era tan veloz que en poco tiempo era mejor que cualquiera de los soldados del campamento.

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