viernes, 7 de febrero de 2014

[Original] KA-HA: Las espadas del Lobo - La espada del Lobo - 20ª Parte: El regreso de las Ka-Ha.

Sirey descubre a algunos de los antiguos portadores de las KA-HA, pero lo extraño es que no logran recordar que es lo que ha pasado, a parte de lucir exactamente como Sirey los recordaba, como si el tiempo no hubiera pasado sobre ellos. Ahora se lanzan en la búsqueda de los demás portadores y sus respectivas KA-HA.

Capítulos anteriores:

Libro 1.
La leyenda de las siete Ka-Ha -PROLOGO/1ª Parte: Las tierras del norte.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/2ª Parte: El Clan de los Shul.
La leyenda de las siete Ka-Ha - PROLOGO/3ª Parte: Los cinco clanes. 
La leyenda de las siete Ka-Ha - 4ª Parte: Una nueva era. 
La leyenda de las siete Ka-Ha -5ª Parte: Bosque maldito (1ª y 2ª Parte).
La leyenda de las siete Ka-Ha - 7ª Parte: Guerra.
La leyenda de las siete Ka-Ha - 8ª Parte: Un nuevo comienzo. 
Libro 2.
La sangre de la pantera  - 9ª Parte: El camino del Sur.
La sangre de la pantera - 10ª Parte: El emblema de la pantera.
La sangre de la pantera - 11ª Parte: Viaje al Este. 
La sangre de la pantera - 13ª Parte: La batalla de Epikas. 
La sangre de la pantera - 14ª Parte: Reencuentro.
La sangre de la pantera - 15ª Parte: El fin de la guerra.
La sangre de la pantera - 16ª Parte: El corazón ardiente. 
La sangre de la pantera - 17ª Parte: Hija del Norte. 
Libro 3.
La espada del Lobo - 18ª Parte: Sholem, la tumba del bosque.
La espada del Lobo - 19ª Parte: El latir de la bestia.

La espada del Lobo - 20ª Parte: El regreso de las Ka-Ha.



Tierras del Norte, pueblo de Sholem. 
23º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak. 
Estación del Caballo; Segundo tercio, vigésimo día. 


Sirye y Brektöl regresaron a Sholem, el hombre quedo asombrado al ver el estado en el que estaba el pueblo. Esta vez ocuparon la casa con el emblema del Oso, la chica nunca había visto el interior de esa casa. Brektöl observo atentamente su hogar, la apariencia era de abandono pero el aseguraba que solo llevaba dos días sin pasar por el lugar. Su esposa no lo esperaba, no lo recibió con una gran sonrisa. Ella se había marchado hacia ya mucho tiempo al igual que los demás. No entendían como, pero parecía como si Brektöl hubiera saltado hacia delante en el tiempo. Diecisiete ciclos hacia delante exactamente. Sirye mostro la Ka-Ha negra al guerrero y este quedo tan sorprendido como ella al verla. No conocía de la existencia de una octava espada, y Sheros jamás les había hablado sobre ella. Decidió no desvelar el poder que confería el arma, en el momento que Brektöl la toco veloz aparto su mano de ella. Le quemo, ella la agarro y no noto nada. ¿Qué sucedía con aquella extraña espada? La joven le explico como había dado con el y que alguna manera también conocía la posición de la Ka-Ha del Zorro, la de la Ardilla y el Gato Montes. Decidieron acudir a los lugares para comprobar si los portadores en realidad se encontraban en las posiciones señaladas. 


Tierras del Norte, pueblo de Sholem. 
23º Año del mandato de Jeraqc Braman, 18º Legado de Nurvak. 
Estación del Caballo; Segundo tercio, vigesimoprimer día. 


Esperaron a que el sol saliera, descansaron y Brektöl curo la herida de la frente de la chica. Partieron hacia el punto más cercano, las llanuras de Atnes-Rä. Sirye compartió su montura con Brektöl y cabalgaron lo más rápido que pudieron en dirección a Ankar. Sirye confiaba en que las sombras no los atacaran durante el día y su travesía fuera segura. ¿Seguiría la ciudad de Ankar en pie? ¿O habría sido destruida al igual que Sholem e Ithos? 

La nieve seguía cayendo y cubría por completo las llanuras. Atravesaron el paraje y finalmente alcanzaron la gran ciudad de Ankar que permanecía en pie. Las grandes murallas que rodeaban la capital habían esquivado al bosque y los arboles de Sheika no pudieron atravesar el muro. En sus mentes se hacían una pregunta, ¿Habrían sobrevivido los ciudadanos de Ankar a la invasión del bosque? Los jinetes que acostumbraban a vigilar los alrededores de la ciudad no estaban y la ciudad parecía deshabitada. Bajaron del caballo y se acercaron al gran portón. Una voz se alzó desde el interior de la fortaleza. 

-¿Quiénes sois jinetes? ¿Desde donde venís y que hacéis en este lugar? 

Brektöl dio un paso al frente. 

-Pertenecemos al clan Shul y hemos venido en busca de uno de nuestros compañeros. 

-¿Shul? Los Shul hace ya mucho que no habitan estas tierras. ¿Qué os hace pensar que uno de los vuestros se encuentra en este lugar? -respondió la voz desde el interior. 

-Tal vez nuestro clan abandonara Sholem, pero no todos dejamos estas tierras. 

-Amigo mio, Sheros y los portadores murieron durante la guerra, y aquel día el bosque comenzó a crecer salvaje. Todos huyeron del norte o murieron a manos de las sombras, pocos quedamos. Estas tierras ahora están habitadas por oscuros demonios que libres campan por la arboleda. 

-Os equivocáis, los portadores no desaparecimos. Pues si venís aquí y observáis bien veréis que dos tenéis ante vuestras puertas. 

-¿Portadores? Permítirme dudarlo viajero, ellos nos abandonaron. Todos murieron durante la guerra. 

Sirye alcanzo a Brektöl y se dirigió al vigía. 

-¿Acaso no habéis acogido una mujer que porta la Ka-Ha del Zorro? 

Esta vez no hubo respuesta. Los dos esperaron frente al portón, no se rendirían tan fácilmente. Su espera mereció la pena, finalmente la gran puerta se abrió. Al otro lado cuatro hombres se acercaron espada en mano y un quinto tras ellos. 

Los rodearon, les quitaron sus armas y el último los observo con ojos curiosos. 

-¿Como sabíais lo de la mujer? ¿Acaso la conocéis? 

-Como ya os hemos dicho somos portadores y la mujer que se allá entre vosotros también. 

-Vendréis con nosotros y ya veremos quienes sois. 

Entraron en la fortaleza y los guiaron hasta el edificio principal que ocupaba centro de la ciudad. Les habían desarmado pero no habían registrado el caballo y la Ka-Ha negra seguía oculta en el equipaje de Sirye. Allí el líder, el actual Kot-Räk los recibió, el quinto hombre le entrego las Ka-Ha. 

-Extraños son estos días. Cuando ocupe el cargo de mi padre todos los portadores habían muerto, y por arte de magia en dos días aparecen ante mi puerta tres de ellos. ¿Raro verdad? No se de donde habéis sacado estas armas, pero que nos sois Shuls ni los dueños de estas espadas es algo de lo que no tengo duda. ¿Decidme quienes sois? 

-Nada de lo que digamos vais a creer así que será mas fácil demostrároslo.-Dijo la joven al líder.- Desenvainad una de las espadas, la que queráis. 

El Kot-Räk que no tenía nada que perder decidió aceptar la prueba de la chica. Agarro la Ka-Ha azul y la saco de su funda y al observarla quedo sorprendido. La hoja estaba desgastada y mellada, su color era marrón pues estaba cubierta por oxido. Paso con cuidado el dedo sobre el filo y este no corto su piel. 

-¿Estas son las famosas Ka-Ha, las espadas del Lobo?-Dijo en un tono burlón.- He de decir que esperaba mucho mas. Su filo ni siquiera corta y su aspecto no es para nada temible. Por las historias que contaba mi padre en mi niñez crei que estas espadas eran majestuosas e insuperables en su belleza. 

-Si me permitís Kot-Räk, volved a guardarla en la vaina y permitidme a mi sujetarla esta vez. 

-Si, por supuesto ¿Acaso me habéis tomado por un estúpido? 

-Kot-Räk, podéis confiar en mí, no os voy a herir. Por favor. ¿Vuestro padre no os conto también que solo los portadores del clan Shul podían portar el acero del lobo?- insistió Sirye. 

-Esta bien, acercaros.- Y guardo el arma en la funda. 

Sirye agarro la espada por la empuñadura, arma que sujetaba el líder y la desenvaino. Todos en la sala creyeron tener una visión. Se transformo. Su acero brillaba, no tenia ni una ralladura en la hoja y esta poseía un hermoso grabado cerca de la empuñadura. 

-¿Qué magia es esta?-Dijo el Kot-Räk atemorizado y soltando la espada. 

-No es magia, es el poder de la Ka-Ha. Ella solo desvela su verdadera forma ante su portador. Por eso el sello que une a mi familia con la espada ahora es visible, y cuando vos la empuñabais no se podía ver. Creo que esto es prueba suficiente de que somos portadores, y si no crees mis palabras podéis dejar que mi compañero desenvaine la suya. 

-No es necesario joven portadora, os creo. Así que la mujer que tenemos en los calabozos también es una portadora. Sacadla y traedla. 

Uno de los guardias entrego a Brektöl su espada. 

-Decidme, ¿Cómo os llamáis? 

-Yo soy Sirye y este es Brektöl . Nuestra compañera la que tenéis apresada es Syask, portadora del emblema del Zorro. 

-¿Habéis dicho Sirye? ¿Sois la hija de Sheros? Creía que habíais muerto hace ya muchos ciclos. El día de hoy esta resultando un día lleno de sorpresas.- Dijo para si mismo el Kot-Räk. 

-Me hirieron de gravedad, pero sobreviví al ataque. Mi padre hizo creer a todos que había muerto para impedir otro ataque de los Karmak, y me ocultaron lejos. 

-Comprendo. Vuestro padre debía ser un hombre muy inteligente. 

Uno de los guardias llego a la sala principal junto con Syask quien se sorprendió al ver a Brektöl. El Kot-Räk que tenia en su poder la Ka-Ha de color naranja se la entrego a la mujer y se disculpo por el error que habían cometido. Syask la recogió y la guardo en su cinto. 

-Permitidme una pregunta, ¿Si los portadores estáis aquí, porque el Bosque Sheika ha crecido hasta poblar todo el norte? ¿No es vuestra labor mantener estos arboles y a sus bestias lejos de los Clanes que estas tierras ocupan? ¿Y donde habéis estado todo este tiempo? 

-Lo lamento Kot-Räk, no tengo respuestas a vuestras preguntas. He estado ausente durante los últimos veintiún ciclos y hace pocos días que he regresado al norte. Desconozco la razón por la cual el bosque ha crecido, pero tengo mis sospechas. En cuando conozca la verdad os la hare llegar. Ahora debemos marcharnos pues los otros portadores se hallan perdidos por todo el territorio y hemos de dar con ellos. 

-Podéis marcharos y si los necesitáis mis hombres os entregaran los caballos que requiráis. 

-Muchas gracias Kot-Räk. 

Los tres guerreros abandonaron al líder y se dirigieron a los establos en silencio. Allí un Atkora les entrego dos caballos y el corcel que ha Sirye acompañaba, pero la chica pregunto si cuatro le podría entregar, para los compañeros que iban a buscar. El hombre les entrego dos caballos más. 

-Que el Dios Korbas os ayude en vuestra búsqueda portadores. 

Salieron de la fortaleza, cruzando la muralla con las riendas de los caballos en sus manos. En el exterior el clima había empeorado y la nieve caía con mas fuerza, era ya de tarde y los arboles los rodeaban. 

-Syask, ¿Te encuentras bien?- pregunto Brektöl. 

- No lo se, ¿Qué esta ocurriendo? Ayer desperté y estaba rodeada por el bosque, creí estar en Sheika pero al comenzar a caminar me tope con la fortaleza de Ankar. 

-Debemos encontrar a los otros dos, en cuando estemos con ellos os lo explicaremos todo. Paciencia compañera.- dijo Sirye. 

-¿Quién eres tu? 

-Es Sirye, la hija de Sheros. Ella me encontró a las afueras de Sholem y también sabía que tú estarías aquí. 

-¿La hija de Sheros? ¿Qué esta pasando Brektöl? 

-Hazme caso, cuando nos reunamos con los demás escucharas la explicación.- dijo Brektöl. 

Los tres jinetes comenzaron su marcha hacia el tercer hombre que Sirye había visto en su visión. Continuaron su camino hacia el oeste, hacia la orilla del Beräm-Ra. La noche estaba cerca y los guerreros debían apresurarse. Cuando llegaron vieron a su compañero, Bertam, que luchaba contra las sombras. Estas crecían de los arboles como espectros y sus extremidades que eran afiladas intentaban cortar la carne del hombre. Syask, mujer de grandes habilidades salto de su caballo, desenvaino su espada mientras corría hacia Bertam y de un solo tajo corto varias de las siluetas. Al contemplar que más de una espada divina luchaba contra ellas las sombras se desvanecieron. 

El cuarto portador tenia muchas dudas al igual que sus compañeros, pero estos le dijeron lo mismo que a Syask, su búsqueda no había terminado, uno mas faltaba. Su vida también podía estar en peligro así que rápidos debían ir en su busca. Los cinco caballos, el último guiado por Brektöl, marcharon hacia el sur, a las ruinas de Ithos. 

Al llegar allí no encontraron a nadie. Atkmar no estaba. Buscaron entre los restos de la ciudad pero no dieron con el. Sirye pensó que si había logrado ver la posición de sus compañeros al desenvainar la Ka-Ha negra, tal vez al empuñarla nuevamente el paradero del emblema de la Ardilla aparecería ante ella. Y así lo hizo. El viento volvió a soplar, estaba en Sholem. Regresaron al pueblo para poder cobijarse durante la noche en el. 

Una luz iluminaba el interior de la casa con el escudo de la Ardilla y el humo salía de su chimenea. 

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