Bueno, ora si empezamos a entrar en la parte medular de este fanfic, dejamos atrás la comedia y nos ponemos serios. Espero haberlos dejado picados la semana pasada, sino... bueno, entonces he fracasado como escritor (dice mientras toma sus cosas para irse en un viaje de autodescubrimiento) Nah, no es cierto, pues si no los deje picados, por algo fue. En fin, esta es la continuación, la respuesta de esa rareza que nuestro personaje Isaac vio.
Capitulo 1 - Prologo.
Capitulo 2 - ¿La advertencia?
Capitulo 3 - Base Lunar.
Capitulo 4 - Seguridad.
Capitulo 5 - VF-5000 Star Mirage.
Capitulo 6 - Los Tri-Star.
Capitulo 7 - Guerra.
Capitulo 8 - Komilia Maria Fallyna Jenius.
Capitulo 9 - Sweet Home Alabama.
Los Cheyenne maniobraron para
evitar el fuego de aquel Queadluun, al tiempo que dispararon sus últimos
misiles. El Queadluun los evadió con gran facilidad, en una maniobra donde voló
entre ellos.
Capitulo 9 - Sweet Home Alabama.
Capitulo 10 - Hierro.
Cuando vi aquellas fotos es que
le pedí a Karen que me llevara hasta aquellos restos. Vaya sorpresa fue la mía
cuando me dijo que era exactamente por eso que me había llamado, para
investigar aquella nave.
Tomamos cuatro Destroids Cheyenne,
y partimos hacia el sitio. Yo iba con Karen, la cual llevaba la cabina de su
unidad abierta. La mayor parte del tiempo estuvimos en silencio, hasta que
bostece.
Destroid Cheyenne.
— Siento
no ser Kara para evitar que te aburras — me dijo
un poco indiferente Karen.
— ¿Perdón? — pregunte sin haber entendido del todo aquella
declaración.
— Tal vez debería de golpearte para que te sientas mejor
Isacc.
— Sigo sin entender tu punto.
— Lo que pasa es que te ves aburrido, y te he observado
que con Kara jamás has bostezado. Además, desde que ella llego a la base ya no
te pasas a que te ayudemos con tus experimentos.
— Lo siento mucho Karen, pero espero entiendas que aunque
es divertido ver algunos de mis inventos funcionando con ustedes, pues la
verdad me entusiasma más verlos en un VF que en un Destroid…
— Si… te entiendo… aun así deberías de pasarte a
saludarnos de vez en cuando. Te digo que desde que ella llego prácticamente no
nos prestas atención.
— ¿A qué viene todo esto?
— Nada, nada, no tiene importancia. Eres mi amigo y te
deseo lo mejor, de verdad parece que disfrutas el pasar tiempo con Kara, ¿pero
no crees que abusa mucho de ti?
— ¿Abusar? Es casi un milagro que siga con vida, es muy
violenta, y algo me dice que se la ha tomado contra mí.
Karen empezó a reír.
—
A decir verdad —
continuo Karen tras reír — me da mucha risa como se pelean. Es algo
violentita la chica sin lugar a dudas, pero algo me dice que lo disfrutas.
— Si…
claro, claro, claro, me encanta que me golpe. Es casi un sueño — dije sarcásticamente, cuando a lo lejos empezamos a
divisar los restos de esa nave — Sé que es solo un Picket… pero aun así no deja
de impresionarme.
— Sujétate Isacc, vamos a acercarnos — me dijo Karen,
mientras incrementaba la velocidad.
Picket.
Llegamos
hasta la destruida nave, detuvimos los Cheyenne, y de estos desmontaron Karen y
Terry cargando con ellos unos rifles de asalto. Mientras que Eledore y Michael
se quedaron a bordo de sus unidades haciendo guardia.
Los
zentraedi en realidad eran muy descuidados, aun las naves que estos
consideraban operativas, y que no pertenecían a la U.N. Spacy, tenían daños por
todos lados. Los zentraedi no reparaban jamás nada, sencillamente lo usaban, y
si se volvía completamente inútil lo desechaban y hacían otro. Esto aplicaba
igual para armaduras, naves y los mismos zentraedi. Esto no hacía a la
tecnología alienígena atractiva a la vista. Ahora, estar en una nave que se
había estrellado contra la superficie lunar, bueno, imaginen el terrible
panorama.
La
razón por la cual estábamos allí era por las fotos que me había mostrado Karen.
En estas se observaba al Picket estrellado, pero se detectaban extraños
contenedores que no parecieran corresponder a la propiedad de los zentraedi. El
satélite no mostro señales de radiación o energía procedente de esos
contenedores, pero aun así su naturaleza no correspondía a la tecnología
zentran.
Entramos
a la nave para intentar acercarnos a uno de estos susodichos contendores, y
averiguar qué es lo que había en su interior. Mientras nos adentramos,
encontramos decenas de cadáveres zentraedi, algunos completamente
descuartizados y con las tripas de fuera. Si no hubiera sido por que estaba
dentro de mi traje espacial, y que no podía oler aquella podredumbre, juro que
me hubiera vomitado.
Por
fin estuvimos frente a uno de estos contenedores, era inmenso. Use mis
propulsores y me subí sobre este. Saque mi Tablet en busca de alguna lectura
inusual, pero nada, la maldita cosa estaba inerte.
— ¿Alguna idea de que son? — me grito Karen desde abajo.
— No se… no detecto ninguna señal de energía — le respondí.
Me
quede encima del contenedor, contemplando a mí alrededor. Había varias decenas
más por todos lados. Y como las fotos satelitales indicaban, algunos de estos
estaban esparcidos por parte de la luna. De repente vi lo que pudiera ser un
interruptor para abrir el contenedor.
— ¡Karen! ¡Terry! ¡Suban aquí!
Al
poco tiempo de mi grito es que aparecieron por encima del contenedor ese par.
— ¿Qué es lo que paso? — me pregunto Karen.
— ¿Ven eso de allá? Creo que es un interruptor para abrir
el contenedor. Ayúdenme a activarlo.
Música recomendada para escuchar a partir de este punto.
Entre
los tres nos posamos sobre el interruptor y comenzamos a saltar sobre este,
pero nuestro peso no parecía ser suficiente, así que insistimos una y otra vez,
hasta que por fin se dejó caer la puerta. Yo hubiera esperado que saliera vapor,
o algo así para hacerlo más dramático… pero no. La puerta sencillamente cayó.
Me asome por el borde de este, luego hacia el interior, y dentro pude ver un
objeto voluminoso. Lo analice de nuevo con mi Tablet y no detecte ninguna clase
de energía, solo el analizador químico fue capaz de identificarlo.
— Y bien, ¿Qué es esa cosa? — me pregunto Terry.
— Hierro — respondí asombrado.
— ¿Hierro? — pregunto Karen.
— Tiene otros elementos, pero la mayor parte es Hierro,
solo es Hierro… ¿Para que querrían los zentraedi Hierro?
— ¿Y de dónde lo habrán sacado? — añadió Terry.
— En realidad pudo ser de cualquier lado, el Hierro es un
elemento común en el universo. Aunque especulando un poco, dudo que lo hayan
extraído los zentraedi mismos. Por los contenedores diría que lo obtuvieron de
otro lado, pero aun así. ¿Para qué quieren Hierro? No lo entiendo.
— ¿Y si accedes a la computadora de abordo? A lo mejor hay
algo de información al respecto — dijo Karen
— Tal vez… — abrí comunicación con Eledore — Eledore,
sigue nuestra señal y trae acá tu Destroid.
— Y dejar solo al tonto de Michael. ¿Estás seguro de eso?
— No hay nadie por aquí, Michael se las arreglará si ti.
— De acuerdo, ya voy, ya voy.
Al poco rato es que apareció
Eledore, me acerque a este y subí sobre los impulsores de su unidad. Atrás de
este le había adaptado un cable para conectarse a naves zentraedi. ¡Ja! Y los
tontos de la U.N. Spacy decían que era algo estúpido. De allí me conecte a la
computadora central del Picket con mi Tablet por medio del wi-fi del Destroid.
Había una inmensa cantidad de
información, no sabía ni por dónde empezar, además que los zentraedi no eran
muy ordenados a la hora de archivar. Si me quedaba allí podría tomar días, o
semanas, antes de que pudiera averiguar algo útil con respecto a ese Hierro. No
pude pensar mucho en una solución cuando escuchamos los gritos de Michael por
la radio.
—
¡Jefa! Se aproximan varios reguld hasta
nosotros, y no son aliados, estimo estarán aquí en 15 minutos.
Reguld.
— ¿Reguld?
¿Aquí? — dijo extrañada Karen — ¡Isacc!, tenemos
que irnos.
— ¡No!, esto está muy raro. ¿De dónde salieron esos reguld
enemigos si se supone se retiraron todas las fuerzas enemigas? Algo no está
bien aquí, además, ¿para que necesitan todo ese Hierro los zentraedi?
—
Sea lo que sea no
tenemos tiempo para averiguarlo, tenemos que largarnos de aquí pero para ayer —
pronuncio Eledore.
— ¡Al
demonio! Mejor nos llevaremos el disco duro principal — dije determinado.
— ¡¿Estás loco?! — grito Eledore — ¿Cómo piensas llevarte
esa monstruosidad a la base?
— ¡Con tu Destroid Eledore! — me gire a donde Karen —
Karen, regresa con Terry a los Destroid y consíganme todo el tiempo que puedan.
Mientras tanto tú y yo Eledore, sacaremos el disco duro principal de la nave.
— ¡Vamos a morir! — exclamo Michael que había escuchado
toda la conversación.
— ¡No!, no lo haremos, hagan lo que les digo.
— De acuerdo — me dijo Karen mirándome a los ojos — Terry,
vámonos.
Karen y Terry se fueron por donde
habíamos entrado de vuelta a sus Destroid. Mientras tanto yo y Eledore nos
aventuramos por los laberinticos pasillos del Picket, en busca del disco duro
principal.
Afuera Karen y Terry abordaron
sus Destroids, y para cuando por fin los reactivaron, ya estaban al alcance de
sus armas los Reguld. Así que sin darles más oportunidad dispararon una
andanada de misiles que derribo a 16 de los 60 reguld que se acercaban. De los
que quedaron, un tercera parte se dirigió hacia Karen, Terry y Michael. Los
Cheyenne no podrán estar fuertemente armados, pero son muy rápidos, y eso les
dio algo de ventaja a la hora de enfrentar a los reguld que no esperaban un
ataque por debajo de ellos.
Mientras tanto Eledore y yo
llegamos a la computadora central del Picket. Descendí del Cheyenne, y me
dirigí a donde estaba el disco duro principal.
— ¡Aquí!
¡Clava las tenazas de tu destroid aquí Eledore! —
grite.
Eledore no perdió tiempo y así lo
hizo, después con suavidad es que saco el disco duro. ¡Era nuestro! Ahora
teníamos que salir de allí a toda marcha. De nuevo nos adentramos por el
laberinto del Picket, hasta que nos encontramos en el exterior. Un reguld
apareció frente a nosotros dispuesto a destruirnos, cuando este exploto.
Michael era el que había realizado aquel disparo que nos salvó la vida.
Los cuatro Destroids se
reagruparon, y empezamos a alejarnos a gran velocidad de la zona. Los reguld
parecieron ignorarnos, y creímos que lo habíamos logrado.
— ¡Eso
estuvo de locos! — exclamo con júbilo Eledore, al
tiempo que todos los demás nos sentíamos exaltados.
Justo cuando creíamos estar
seguros es que varios disparos vinieron desde arriba de nosotros, disparos que
aduras penas logramos evitar. Se trataba de un Queadluun, en ese momento no lo
sabía, pero era el mismo que había perdonado la vida a Kara.
Queadluun.
— ¡Jamás
nos va a dejar ir! — exclamo Karen — Lo siento
chicos, creo que tendrán que regresar solos.
— ¡¿Pero qué dices jefa?! — exclamo Terry.
Karen no dijo más y abandono la
formación, poniendo rumbo al Queadluun. Karen disparo con sus armas sin hacer
blanco, pero para cuando estuvo debajo de este, activo los propulsores al
máximo, y dio un gran salto con el cual alcanzo al Queadluun. Ambas maquinas se
impactaron, y después cayeron sobre la superficie de la luna. Al poco tiempo
vimos una gran explosión.
Todos nos quedamos perplejos, no
podíamos dar crédito a lo que nuestros ojos estaban viendo. A Terry le
empezaron a salir lágrimas de los ojos. Eledore golpeo la consola principal de
su unidad con enfado. Michael se comenzó a hiperventilar, mientras gritaba de
desesperación. A mí también me empezaron a brotar unas cuantas lágrimas.
Estábamos en nuestro duelo,
cuando la radio sonó con una estruendosa voz.
—
Chicos, me conmueven. No pensé que les importara
tanto.
¡Era Karen!, ¡lo había logrado!,
¡la maldita maniaca estaba viva!
— ¡Karen!
¿Qué fue lo que paso? — le grite.
— La verdad estaba dispuesta a sacrificarme al activar la
autodestrucción de mi Cheyenne, pero justo cuando estaba cayendo con aquel
Queadlunn es que recordé el exosqueleto volador que instalaste en la cabina de
mi destroid, en caso de que tuviera que evacuarlo.
— ¡Se llama Ex-Gear!... ¡Maldita maniaca! — exclame
indignado, pero feliz.
Ex-Gear.
Karen solo se rio, y al poco
tiempo pudimos ver como volaba al lado nuestro, esta se posó en el Destroid de
Michael. Se había salvado por los pelos, gracias a uno de mis inventos que de
nueva cuenta la U.N. Spacy había descartado por completo.
En fin, me alegraba de que Karen
siguiera viva, pero ahora teníamos que volver a la base, y averiguar qué planes
se traían entre manos los zentraedi. Pues aun ignorantes de todo, lo que
averiguáramos podía determinar la salvación o aniquilación del sistema solar. Y
estábamos ya contra reloj.
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